miércoles, 8 de junio de 2016

Ensayo/ Arvizu Palafox Raul Gilberto

El presente ensayo intentará ofrecer una tentativa respuesta a la relación negativa entre crecimiento económico y progreso social. Se critica en especial la noción progresista extrapolada del paradigma biologicista, la cual rezaba que el desarrollo del hombre se dada de generación en generación, depurando lo indeseable y preservando lo verdaderamente digno. Para Darwin la naturaleza no saltaba, sino más bien estaba caracterizada por una lógica en ascenso que marcaba el provenir en términos más elevados/ desarrollados, por lo que la lectura básica era que el progreso se daba a manera de escalafones, inexorablemente sedimentados de manera ordenada una vez introducida la variable interviniente: tiempo. En el contexto social, el hombre se podía aventurar a dejarse llevar por la tendencia, darse el lujo de tirarse un clavado a los brazos del desarrollo económico, pues este traería de manera concomitante el progreso social.
El argumento central para Castel es que antes el porvenir se leía bajo el signo del progreso social. El compromiso, particularmente enraizado en el siglo XX, era participar de una dinámica creciente que asociaba el desarrollo económico con  el progreso social (Castel: 15). Esta unión de tendencias provocaría un desarrollo bilateral o dual, en tanto estos se consideraban proyectos armónicos, anclados en una misma base social. Sin embargo, la historia demostró un distanciamiento entre las lógicas anteriormente expuestas y los eventos tácitos acaecidos en la sociedad. La sociedad se había pensado como un todo homogéneo, proyectado hacia una tendencia en función del bien común. Los sesgos de pureza habían hecho su aparición en la planeación orientada hacia el devenir.
A continuación se presentan tres argumentos puntuales, regularmente obviados, pero que en realidad tuvieron una repercusión importante en la estructuración del mundo tal como la conocemos hoy día, si partimos de un análisis enmarcado sobre el desarrollo económico. Primeramente hay tomar en cuenta que las condiciones iniciales de cualquier sociedad fueron disimiles una de otra, en tanto, recursos naturales, posición geopolítica, lenguaje, organización social y política; ejes que marcaron en buena medida sus capacidades para generar sus propias reservas de capital, constituyendo su constelación de factores y definiendo su potencial productivo.
Es segundo término, es necesario pensar que las nociones de desarrollo y economía dependen en gran medida del lenguaje y concepciones intrínsecas a una sociedad, por lo que nunca hubo una noción omnímoda que fungiera como directriz para todos los grupos humanos organizados en el mundo; antes bien hubo diferentes concepciones y hoy en día se enarbola una como “el camino”, cuyo carácter primigenio se da en función del encubrimiento de las rivales. Para Maturana participar del lenguaje implica la posesión de un sistema nervioso (condición necesaria), pero no implica la condición suficiente. Esta de acuerdo con Heidegger, en el sentido de que el lenguaje es la casa del ser y el hombre vive en esa casa, pues a través de este nos volvemos consientes de nuestro ser y podemos contemplar y evaluar nuestro destino. No obstante el lenguaje está arraigado en la inclinación a vivir en la proximidad con los demás. En ese orden de ideas es necesario un sistema nervioso efectivo, pero también requiere un contacto comunal que permite normas complejas de vida para evolucionar. El lenguaje como proceso biológico, no ocurre primero en la cabeza sino en la comunidad (Maturana en Lukens y Lukens: 56). De manera sucinta, el lenguaje se da en razón de las relaciones cercanas con nuestros semejantes. No puede haber Objetividad   sino “objetividad”. La última pretende enseñar que nuestras distinciones conceptuales producen un entendimiento cada vez más preciso y sofisticado del mundo exterior tal como existe en realidad. Maturana  recuerda que eso no es cierto. Hasta los mapas más elegantes de nuestro universo están limitados por nuestra biología. Solo nos dicen en que forma actúan nuestros impulsos nerviosos en relación con el medio que nos rodea. El mundo en términos de nosotros. El conocimiento considerado objetivo, siempre ha sido quimérico. La ciencia, principal agente de la realidad, no es una forma de conocer el mundo objetivo independiente de nosotros, es simplemente el desarrollo de un lenguaje especializado, forma particular de vivir juntos que tiende a funcionar para nosotros (ibídem-. 60).
En última instancia,  la modernidad está caracterizada por el ascenso de una hegemonía de pensamiento imperial, erigida como la rectora de desarrollo mundial. Proceso que, de manera imperativa, destino sus esfuerzos a que las naciones del mundo aprehendieran y se adaptarán a la noción de desarrollo proclive a incentivar el comercio internacional. Se puede percibir en la actualidad por la abundancia de términos como economía mundial y economías abiertas; mercados globales y competitividad internacional; integración económica y libre comercio e interdependencia. Además de  la universalización de los patrones de consumo, cuyo fundamento principal sobre el que se erige la praxis de este modelo de desarrollo es el de que el comercio internacional da la fuerza dinámica a la actividad económica (Vidal, G. Correa, E.: 75). Al respecto Wallerstein en un estudio de los movimientos anti-sistémicos (sociales y los nacionales) se percata de las semejanzas entre ambos. Una muy importante es la estrategia de dos pasos: la cual consistía primero en ganar el poder en el estado; para luego transformar el mundo (Wallerstein: 181). Sin embargo pronto se dieron cuenta de que el poder del Estado no era tan grande como se imaginaban, sino que este estaba constreñido bajo las lógicas de un sistema mundo, que obedece a intereses capitalistas, reforzado por las concepciones hegemónicas del neoliberalismo.
Para hacer inteligible la lógica de la relación negativa (hacer explícito lo implícito), es necesario ahondar en el enfoque estructural de la económica. Creo sin duda que el arquetipo es útil, pues en él se encuentran sus contradicciones. Grosso modo se expondrán los elementos constitutivos de este enfoque, a efecto de hacer deshacer la pretensión desarrollista proveniente del paradigma biologicista.
Primero hay que hacer mención que lo que anima, lo que le da vida al sistema económico son los hombres o la totalidad de individuos aglutinados en un espacio delimitado. Presentes en él, a través de su capacidad de trabajo, son organizadores y ejecutores de la producción (Lessa, Castro: 13). El conjunto de personas posibilitadas para trabajar (14 a 60 años) constituye la población productiva. Categoría de la cual se pueden trazar dos dimensiones, a saber: a) la económicamente activa o la oferta de trabajo con que cuenta el sistema y, b) la población ocupada o el contingente efectivamente empleado en la actividad productiva. Sin embargo, la población económicamente activa se debe caracterizar por la diversidad de grados y tipos de calificación divergentes (ibídem: 14). En este contexto, el trabajo humano se desenvuelve, no en el vacío, sino en un ambiente determinado por el trabajo anterior al de los hombres, es decir, su trabajo se erige sobre la base  de la totalidad de elementos generados para facilitar la producción (reserva de capital). Esto tiene como trasfondo que el producto generado por el trabajo  no es aplicado en su totalidad para la atención inmediata de necesidades. Por el contrario, la producción excede con regularidad al consumo, lo cual posibilita la acumulación (ibídem. 16). Se crean, a manera de efecto inmediato, una amplia gama de reservas de capital, lo cual compone la constelación de factores, definiendo su potencial productivo. Las actividades productivas de una sociedad contemporánea se distribuyen a través de innumerables unidades productoras, cuya dirección interna está a cargo de un grupo de individuos denominados organizadores de la producción. Todas estas unidades trabajan articulando de diversas formas el trabajo, el capital y los recursos, generando por añadidura, diversas formas de bienes y servicios (ibídem: 18-19). Las naciones subdesarrolladas gravitaran en torno a la producción primaria, en tanto que en la naciones avanzadas la integración hegemónica en con base en las actividades secundarias y terciarias. De ahí la noción que liga el desarrollo con la industrialización. El funcionamiento de estas unidades productoras, integradas en un conjunto (aparato productivo) genera dos flujos: el nominal (ingresos distribuidos por el sistema en su operación) y el real (bienes y servicios).
El proceso productivo, inexorablemente implica un cierto grado de desgaste para los bienes de capital. Por consiguiente, en aras de la prevención y del buen funcionamiento ulterior de las unidades productoras, se convierte en imperativo destinar una parte del ingreso a título de reserva de depreciación, para en su momento hacer la inversión de reposición (ibídem: 35-40).
La dialéctica del flujo nominal y el real, erige supuestas reglas de validación universal. Cuanto más elevado sea el ingreso medio de una nación, más diversificado será su consumo. También composición del consumo (ibídem: 50). Puntualmente, entre mayores rendimientos o ingresos perciba este fenómeno es conocido coma las leyes de evolución del consumo, que revelan como en la medida en que se altera el nivel de ingreso, se transforma la un trabajador más capacidad de compra tiene. Por otro lado si la empresa obtiene un valor agregado elevado, se potenciarán  sus posibilidades de hacer inversiones liquidas e inversión de reposición (inversión bruta). Lo cual se traducirá en mayor oferta de productos y el mejoramiento de estos a través de la innovación tecnológica.
Ergo, esto conlleva a una alta productividad per cápita, condición necesaria para considerar a un Estado o nación como desarrollado.
Al respecto se considera que un espacio económico llega a ostentar esta condición cuando cuenta con capacidad propia y autorreproducible para lograr aumentos significativos en la producción antes mencionada (per cápita), los cuales resuelven sus necesidades sociales, en constante crecimiento fruto de la propia capacidad productiva (Vidal, G. Correa, E.: 84).
Cuando una nación alcanza semejante grado de producción, la pregunta obvia que nace fruto de dicha condición no debe ser otra que la siguiente ¿Qué hacer con el stock de mercancía (bienes y servicios) una vez que se han saciado los “deseos y necesidades” y las reservas de capital están saturadas?
El paradigma de la globalización, cuya historia oficial pretende esgrimir, en aras de su empoderamiento, la relación benigna entre progreso social y económico; incentivó las siguientes cuestiones: a) Importante disminución de aranceles, b) los permisos y otras restricciones a las importaciones se reducen, c) Desregulación cambiaria, d) Desregularización y liberalización. En síntesis, es una estrategia de ajuste económico y reforma estructural que acentúa la apertura económica y coloca la competitividad internacional como uno de los elementos centrales  (ibídem: 77).
Esto pone de relieve 2 cuestiones a saber: 1) El sistema económico, es eso un sistema, que obedecerá a lógicas para su conservación. Hay que hablar primero de lo que es un sistema.  Este es un conjunto de componentes o factores que tiene cohesión natural entre sí, cuyo objetivo es la consecución de un fin predeterminado, el cual en primera instancia reproducirá las condiciones de su propia existencia al tiempo que produce (Althusser: ), pues la máxima de cualquier sistema es preservar su vida y su funcionamiento. La consecución de los objetivos exige una serie de interacciones, relaciones y disposiciones propias del mismo, de manera estructurada y ordenada (en Easton esto podría ser el sistema analítico: ese conjunto de relaciones características de un subsistema separadas del universo de las relaciones). Pero la vida de cualquier sistema presenta la suma remanente  de ecuaciones desbalanceadas inherentes a su configuración (las propiedades/condiciones iniciales pueden entrar en conflicto al punto de ser incompatibles con el modelo a establecer). Por eso la eventualidad de una anomalía, que a pesar de esfuerzos constantes no se eliminan, fungen como una característica o capacidad armoniosa. Entonces la carga constante generada por las anomalías, no son sin embargo, inesperadas dentro de los parámetros de control, a lo mucho genera inexorablemente fluctuaciones inmanentes dentro de las configuración y estructura sistémica, y ya que hablamos de un sistema económico, las condiciones iniciales pueden y de hecho deben entrar en conflicto si se presentan propiedades que son mutuamente excluyentes. Lo cual es obvio en las sociedades capitalistas tardías, ya que los imperialismos industriales al querer potenciar sus economías, echan extensiones hacia afuera, implantando/ enquistando unidades productoras, exportando mercancías, que lejos de beneficiar a las sociedad receptoras, las inhibe.Esta pretensión totalizadora u homogeneizadora, discrimina drásticamente las condiciones de las regiones en que se asientan, particularmente las que tienen que ver con su cultura, y las formas de producción inherentes a la región. Aquí es donde se produce la más grande contradicción. Un ejemplo ilustrativo, y que caracteriza muy bien estas cuestiones; es la que hace referencia a Haber, quien concluye que en contraste con U.S.A  y Europa Occidental en México
La producción de bienes de consumo no estableció eslabones hacia atrás ni hacia adelante con nuevos productos y procesos. La manufactura de textiles (tomada como un caso particular) no alentó el desarrollo de una industria para la producción de maquinaria textil, lo que habría creado una demanda de industrias de maquinaria, herramientas y acero especializado, las cuales se hubiesen extendido a su vez a la fabricación de otros bienes de capital, como habría ocurrido en las economías industriales avanzadas. (Vidal, G. Correa, E.: 83).
Lo que pone de relieve una noción básica, por no decir primaria, que consiste en que un país o algún tipo determinado de sociedad, solo están habilitado para desarrollarse, en cuanto ostente la capacidad de crear su propia técnica, a partir de su propia industria.
La segunda cuestión en la que se quiere hacer hincapié es la siguiente. La noción de  progreso está dirigida por las grandes mega corporaciones. Las conclusión de Wallerstein en su trabajo ¿Qué significa hoy ser un movimiento anti-sistémico? ofrece un punto de partida muy ad hoc para reforzar este argumento, pues toca puntos muy sensibles en lo referente a las relaciones internacionales. Particularmente el poder soberano de los Estados no es tan puro como se creía, este sesgo de pureza promovía la visión de los estados como un ente autónomo, inmaculado capaz de trazarse a sí mismo los planes de acción más pertinentes en tanto intereses de los circunscritos en ese ámbito espacial. Esto no podía ser entendido de otro modo, dado que el termino autonomía está determinado ex adverso (por su contrario) heteronomía. El cual da cuenta de la injerencia de un agente exógeno en el ciclo vital de un Estado capas de incidir en la toma de decisión y trayectorias del mismo. 
Debido a que antaño no se percibían estas lógicas, los movimientos sociales y nacionales pugnaban por tomar el poder y cambiar el mundo. La experiencia enseño que el poder de los Estados no era tan omnipotente, y se descubrió que los estados obedecían a una lógica emanada del sistema mundo capitalista neoliberal (Wallerstein: 181), cuyo comportamiento  operaba bajo el paradigma  del imperialismo. El cual designa una nueva forma de soberanía que sucede a la soberanía estatal: una forma de soberanía ilimitada, que ya no conoce fronteras o más bien que solo conoce fronteras flexibles y móviles (Hardt y Negri: 159). Las funciones de los Estados se difuminan, en particular la de los estados colonizados y subdesarrollados, pues nunca han ejercido su soberanía. Por lo que el giro cualitativo va en función de que quizá se preserven algunas funciones inherentes a los Estados (regulaciones monetarias, los flujos económicos, los movimientos migratorios, las normas legales, los valores culturales), sin embargo los Estados-nación no pueden ya pretender realizar un ejercicio de la soberanía o cumplir el rol de autoridad última como en la época de la modernidad (ibídem: 160).
En esta nueva fase de la historia del capital tales tareas y funciones han migrado hacia otras esferas y dominios de la vida social, principalmente hacia los mecanismos de mando del nivel global de las grandes empresas transnacionales (Hardt y Negri en Boron: 3).Atilio Boron  critica esta postura, pues descansa sobre el entendido de que las empresas trasnacionales no tienen referencia alguna a una base nacional, cosa que es completamente espuria en virtud del comportamiento en conjunto entre las casas matrices de las corporaciones y los Estados en donde están inscritas las anteriores, de tal suerte que trascienden las fronteras, posibilitando los espacios para el desenvolvimiento o desarrollo de sus fines.  Puntualmente expone: Este supuesto es completamente equivocado, toda vez que ignora el hecho de que, por ejemplo, el 96% de las doscientas megacorporaciones que prevalecen en los mercados mundiales y cuyos ingresos totales alcanzan los 7,1 billones de dólares por año –equivalentes a la riqueza combinada del 80% de la población mundial– tienen sus casas matrices en ocho países, están legalmente inscriptas en los registros de sociedades anónimas de esos mismos ocho países, se encuentran protegidas por las leyes y los jueces de “sus estados”, y sus directorios tienen su sede en los mismos países del capitalismo metropolitano (Boron: 4).
Lo anterior se puede explicar si tomamos prestada la noción de movimientos sociales de Touraine. Para él estos se definían como una conducta colectiva organizada de un actor luchando contra su adversario por la dirección social de la historicidad en una colectividad concreta (255), entonces es prudente pensar que una colectividad con objetivos claros (fines), es susceptible de tomar las riendas de la historicidad social,  en tanto, la relación con los tres ejes fundamentales para la consecución de un buen movimiento social sea positiva (eje de los medios, fines y el campo o totalidad), es decir, en el eje de los medios se debe contar con un alto potencial, que no estén en contradicción con los fines, o que sean propicios de efectuar en el campo cultural; en el campo de los fines, se deben encontrar objetivos que estén acordes a los medios, y por lo tanto probables de realizar.  Potencializados con una resistencia del adversario tenue y un campo de desarrollo propicio para el desenvolvimiento armónico de esas potencialidades.
Ahora añadamos a la fórmula el factor Marx.   El mencionó que el ámbito de producción, propio de la esfera económica, era a la vez una relación de poder, en tanto había una suerte de dominación, entre los dueños de los medios de producción y los trabajadores.
La ecuación está dispuesta y puede leerse de la siguiente forma. Si una oligarquía del poder tomo las riendas de la historicidad mundial a través del monopolio tecnológico, y sus raíces traspasaron  los límites de su ámbito espacial, la consecuencia lógica es la dominación o incidencia en la política de estos Estados, justificada por la retórica del desarrollo social uniforme. Sin embargo, sus unidades productoras enquistadas en los nuevos espacios, tienden a acaparar la mayor parte de ese flujo nominal, llenando los bolsillos de los magnates y  salpicando a la sociedad en cuestión. A menudo, las alianzas pactadas por los Estados, se dan en función de escapes rápidos para problemas graves como falta de oportunidades laborales, en razón de la coacción cuya pretensión guiada bajo los canones de la racionalidad instrumental medios-fines  obliga a acrecentar las utilidades marginales por unidad de producción etc.
De manera paralela el desgaste producido en el ciclo vital del capital obliga a destinar una parte del flujo nominal, bajo el título de reserva de depreciación para hacer una ulterior inversión de reposición. Esto connota un proceso de innovación tecnológica, mismo que reducirá las plazas de empleo de la población.  Por eso en el plano de la organización del trabajo, asistimos a una individualización creciente de las tareas, que exige la movilidad, la adaptabilidad, la asunción de responsabilidad por parte de los operadores.  Por ejemplo, esos bastiones de la gran industria donde antaño las grandes cadenas de montaje garantizaban la hegemonía de la división tayloriana del trabajo son completamente reconfiguradas por estas nuevas exigencias: el trabajo se organiza en pequeñas unidades que auto-administran su producción, las empresas apelan más ampliamente a los temporarios y a los contratados, y practican la tercerización en una gran escala (Castel).
La opinión contraria de que el avance tecnológico procura un redoble de esfuerzos en función de la innovación como proceso perenne, es una lectura dada bajo las dinámicas actuales, mismas que pueden estar reconfigurando las dinámicas futuras. Por el momento solo queda preguntarse cuál es la relación entre los individuos cualificados, empleados, para generar proyectos de innovación, y cuantos individuos han registrado una baja en su actividad productiva en virtud de un desplazamiento hecho por el capital físico o tecnológico.

A mi entender estos argumentos comprueban el porqué del a relación negativa entre progreso social y desarrollo económico, y por añadidura, ofrecen respuesta a el porque de la baja en los empleos. 

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